El dolor es como una espina, a veces se cura fácil, a veces puede ser pequeño pero persistente, si uno lo ignora y lo deja por ahí, puede convertirse en una gran herida y terminar y haciéndote un enorme hueco en el corazón.
Hay que saborearlo, entenderlo, aceptarlo. Abrirle las puertas y tomarse un café con el. Solo así podemos poner la mente y el corazón en orden y entender que está ahí para poder entender la felicidad y ponerla en practica. El dolor no es algo que se va, se evapore. Es algo que sentiremos por el resto de nuestras vidas, así que debemos hacerlo nuestro, casarnos con el, hacerlo nuestro amigo y tomarlo como una parte de la vida. Esta es la mejor manera de curar heridas viejas, siempre y cuando estemos dispuestos a dejar ir esas cargas del pasado.
Saborear el dolor nos ayuda a saber de qué está compuesto, que es lo que nos hace sentir de esta manera, nos ayuda a entendernos mejor y ayuda a descubrir si la causa de ese dolor es algo interno en nuestro corazón, o si es por una causa externa. nos ayuda a pensar como podríamos aliviar ese dolor, y que pasos debemos seguir para dejar de sentirlo.